Cómo evitar una discusión
Las discusiones, aquellas que no forman parte de un debate, sino que puede calificarse de pelea, ya sea en el ámbito familiar, social o laboral, son "peligrosas", porque dañan la relación y traición a los valores.
En parte la culpa es del cerebro, ya que cante una situación de estrés o peligro, el cerebro emocional consigue que las personas dejen de pensar para salvar la identidad personal, esto provoca que, al tratar de salvar nuestra identidad, se dañe la del otro.
En una discusión, las personas implicadas suelen luchar por tener la razón. Lo que no solemos percibir es que, cuanto más tratamos de tener razón, más empujamos al otro a ponerse a la defensiva y a dejar de escuchar; cuando se llega a esta situación, además del gasto de energía, jamás se llega a un entendimiento.
Así, a la hora de dar las pautas necesarias para tener una discusiones eficaz, es sumamente importante tratar de que la otra persona se sienta segura antes de intentar tener razón, es decir salvaguardar el estado emocional y eso se consigue, sobre todo, sabiendo escuchar.
Cuando escuchamos el mensaje que se trasmite al otro es que es importante para mi, y cuando se trasmite ese mensaje, entonces, esa persona puede sentirse segura, aunque para escuchar bien debe hacerse desde los valores de la otra persona, ya que la clave es escuchar sin tener porqué estar de acuerdo. En resumen, hay que hacerle sentir importante, válido y seguro.
Es mejor escuchar que hablar
Cuando la discusión pasa un nivel de excitación la otra persona ya no está escuchando, está a la defensiva, cualquier conversación no va a llegar a ningún punto, porque no va a haber posibilidad de entendimiento.
Por otra parte, si se produce una discusión lo más importante no es lo que decimos, sino cómo lo decimos. Debajo de la conversación que trata de dirimir quién tiene razón hay otras que versan sobre las emociones de cada persona y también sobre su validez.
De este modo, podemos decir que dos no discuten si uno no quiere. Las claves para evitar una discusión es dejar de hacer monólogos y empezar a hacer preguntas, ya que las personas más eficaces en una discusión son las que pasan más tiempo escuchando que hablando y sus intervenciones son curiosas y llenas repreguntas.
Del mismo modo, las personas más eficaces son aquellas que saben escuchar y hacer sentir bien a los demás, ser capaces de manejar conversaciones difíciles es garantía de éxito. Uno de los motivos más frecuentes por los que las discusiones son inútiles es porque nos olvidamos de respetar las interpretaciones y, sobre todo, los valores de la otra persona.
Aunque se desconoce si han aumentado las discusiones con respecto a otras épocas, sí se cree que se discute mucho, posiblemente debido a que la sociedad actual fomenta la inseguridad individual. Normalmente lo que se hace bien vale poco, mientras que cuando se hace algo mal todo el mundo lo señala.
Respetar los valores
Normalmente estamos tan pendientes de nuestro punto de vista que lo defendemos incondicionalmente sin ni si quiera pensar que si la otra persona opina diferente quizá sea porque tiene información que nosotros no tenemos y, en este sentido, solemos considerar que lo que está bien es aquello que comparte nuestros valores.
Pero quizá lo más importante sea aceptar que en ocasiones los valores de cada persona son diferentes y tenemos que elegir entre respetar los de los demás y hacerles sentir escuchados, entendidos y valorados, o defender los nuestros pese a que con ello estemos renunciando al Amor para tener razón.
El problema no es tanto por qué se discute, sino que se discute normalmente porque la persona se encuentra insegura; nadie debe tener poder sobre las emociones de uno a no ser de que se le permita, y si no se siente insegura la persona, no entra en una discusión.
Del mismo modo, ante una discusión, uno no debe buscar ser refutado por el otro ya que, lo importante, es ponerse en el lugar del otro. Cuando una persona necesita sentirse entendido en una discusión es una cuestión emocional, entonces debería preguntarse por esa dependencia, por qué como adulto tiene necesidad de ser entendido.
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