Otro fenómeno cada vez más común es la depresión laboral. El 70% de quienes padecen depresión no han sido diagnosticados o no saben que tienen esta enfermedad, todos tenemos cierto grado de estrés en nuestra vida, sin embargo, dependerá de la capacidad de cada persona que éste se convierta o no en un cuadro depresivo e incida negativamente en su círculo laboral o social.
Esta enfermedad emocional actualmente es calificada por Organización Mundial de la Salud (OMS) como la cuarta con mayor grado de incapacidad en materia laboral, sin embargo el mismo organismo estima que para este año será la primera en todo el planeta.
Durante muchos años, diversos investigadores han descrito cuáles son las motivaciones en torno a la experiencia laboral y su íntima relación con sus estados de ánimo. Más del 90% lo califica como fundamental en su vida. En una escala sobre lo que motiva más a las personas en su vida adulta, en primer lugar está la familia, es decir, la pareja, los hijos, sus padres, etcétera, y en segundo, el trabajo, por encima de la amistad.
Algunos estudiosos concuerdan en sus investigaciones: si el individuo está motivado y satisfecho en su empleo, funcionará adecuadamente en sus otros entornos, como el familiar, el emocional y el amistoso. De lo contrario se frustrará, lo cual incidirá directamente en sus relaciones con su pareja, hijos o amigos.
Otros estudios muestran una relación estrecha con la depresión, el estrés en el trabajo y las enfermedades crónicas como el infarto, cáncer y enfermedad de Parkinson.
Al realizar un análisis por género se demostró que las mujeres sufren casi el doble de depresión, comparadas con los hombres, sobre todo en el impacto del nivel socioeconómico, en términos de ingreso y ocupación, en el que a las mujeres les deprime más tener carencias que a los varones.
Los trabajadores que han pasado por una depresión laboral se han ausentado por lo menos 2 días al mes, lo que se traduce en un gasto inadecuado a las empresas. La depresión laboral provoca pérdidas millonarias anuales por ausentismo laboral. Sin embargo aún con este fuerte impacto económico, la depresión sigue sin ser trascendente en la salud pública en la mayoría de los países.
Algunos cambios que pueden llegar a ser particularmente evidentes para los compañeros de trabajo o para sus jefes son:
- La lentitud y los errores frecuentes en el trabajo.
- Dificultades en la concentración con olvidos frecuentes.
- Un inadecuado cumplimiento horario.
- Una mayor frecuencia de ausencias injustificadas o de abandono del puesto de trabajo por enfermad.
- Frecuentes discusiones y enfrentamientos con los compañeros de trabajo.
- Incumplimiento de metas.
Aquellos trabajos en los que un empleado se siente con pocas oportunidades para utilizar sus conocimientos, habilidades o destrezas, o los trabajos que son repetitivos o rutinarios, parecen particularmente propensos para dar lugar a insatisfacción laboral y baja autoestima.
Muchas personas con depresión comienzan a sentirse mejor en cuanto empiezan a hablar sobre sus problemas. Sin embargo, la elección del tratamiento más adecuado dependerá en gran parte del paciente así como de la naturaleza de la depresión.
Para la inmensa mayoría de la gente un trabajo fijo y bien pagado puede ser de gran beneficio reduciendo el riesgo de depresión y generándoles felicidad. No resulta por tanto sorprendente que aquellos que se han quedado parados recientemente o que llevan muchos meses sin trabajo presenten un mayor riesgo de desarrollar una depresión.
¿Qué puede hacerse para combatir la depresión laboral?
Cada empresa o compañía debería considerar el desarrollo de una política específica de "salud mental". Tal política debería tener como objetivo el lograr un ambiente laboral dirigido a la prevención de la depresión y otras enfermedades mentales, así como a su tratamiento precoz y efectivo.
Como jefe podrá inyectar un poco de entusiasmo, de motivación y de voluntad a cada uno de sus trabajadores para tener como resultado una institución fuerte y con energía, lejos entonces de la depresión.
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