El 16 de Febrero de 1955, el húngaro Paul Kern murió luego de pasar 39 años sin dormir. Al estallar la Primera Guerra Mundial, el húngaro Paul Kern se enlistó de manera voluntaria para pelear en el frente ruso. A mediados de 1915, a pocos días de haber entrado en combate, un disparo enemigo impactó en el borde inferior frontal de su rudimentario casco, Kern perdió el conocimiento y permaneció moribundo durante varias horas, en el momento de la retirada fue recogido por un grupo de médicos que lo trasladaron a un precario hospital en Lembreg, actual Ucrania. Las heridas de Kern eran devastadoras, la bala le había destrozado el lóbulo frontal casi por completo y los médicos solo esperaban el trágico desenlace.
Luego de varios días Kern despertó, de inmediato se dieron cuenta que no tenía daños neurológicos, hablaba normalmente, recordaba el incidente, hacía abstracciones, leía y hacía cálculos matemáticos, creyeron estar frente a un milagro, pero las consecuencias no se hicieron esperar, Kern había despertado, pero para no volver a dormir.
El trastorno de sueño de Kern se hizo irreversible, luego de mas de 10 días se esperaba una muerte segura por el aumento de la presión sanguínea y un seguro ataque cardíaco, pero eso no ocurrió. Kern regresó a Hungría donde llevó una vida normal como empleado del correo, el no dormir le trajo más beneficios que trastornos, por las noches recorría bares donde cobraba por relatar su historia. El resto de su vida fue monitoreado por médicos húngaros y estudiado por especialistas de toda Europa, luego de casi 40 años sin dormir una sola hora, su vida se apagó el 16 de Febrero de 1955.
Luego de su muerte su caso siguió siendo estudiado, pero al no tener otro registro en la historia, se considera una excepción irrepetible.
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