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La Batalla de las Termópilas
La batalla de las Termópilas tuvo lugar en el 480 a.C., en el marco de la Segunda Guerra Médica y enfrentó a una alianza de polis griegas lideradas por Esparta y Atenas contra la invasión del Imperio persa. La batalla duró siete días, produciéndose combates solo en tres, y se desarrolló en el paso de las Termópilas (de ahí su nombre).
Es cierto que los griegos estaban enormemente superados en número, y también que detuvieron el avance persa sobre todo por su capacidad estratégica: se situaron en la parte más estrecha del desfiladero, de tal manera que la totalidad del ejército persa no podía pasar.
Durante la semana que duró la batalla, el rey Leónidas I de Esparta y su ejército bloquearon el camino que los persas debían utilizar para acceder a Grecia. Al sexto día, un hombre llamado Efialtes traicionó a los griegos mostrando a los invasores el camino para acceder a la retaguardia de las líneas espartanas. Así que Leónidas, sabiendo las dificultades de la derrota, despidió a la mayoría del ejército griego y permaneció en su puesto con 300 espartanos, 400 tebanos y se cree que algunos soldados más, para garantizar la retirada. Finalmente, Persia logró marchar hacia Atenas.
El relato saltó a la gran pantalla de la mano de la película ‘300’, que pronto se ganó la acogida del público. Sin embargo, ésta película muestra multitud de imprecisiones históricas.
En primer lugar, cabría mencionar que, como parece lógico, había más de 300 espartanos luchando en la batalla. Aunque sí es cierto que, como ya hemos dicho, fueron 300 los que se quedaron para asegurar la retirada de sus compañeros.
Respecto a la vestimenta, llama la atención que los espartanos aparezcan semidesnudos, ya que la realidad fue bien distinta (imágenes superiores). Es cierto que los soldados espartanos utilizaban el rojo en los trajes de combate para disimular la sangre, y también porque el rojo era uno de los pigmentos más valorados y marcaba por lo tanto un alto estatus social. Pero la realidad es que, ni mucho menos, combatían con el torso desnudo. Por el contrario, los espartanos portaban pesadas armaduras.
Cabe mencionar que la famosísima escena del mensajero de Jerjes I no ocurrió en realidad. Heródoto nos cuenta que Jerjes fue un político muy inteligente, así que parece poco probable que enviara un mensajero para hablar con los espartanos sabiendo las consecuencias que podría tener tal acto. De igual modo, el actor que interpreta el papel de Jerjes I no se parece en nada al Jerjes real (imágenes inferiores).
Por último cabe mencionar que la película nos muestra una civilización persa sedienta de sangre: nada más lejos de la realidad. Los persas fueron una de las civilizaciones más cultas de su época. En cualquier caso, lo que está claro es que es evidente que no es una película eminentemente histórica ni pensada para ese fin, y que el cine existe ante todo, para entretenernos.
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