En el año de 1862 una flota de 32 buques mercantes de origen peruano, chileno y español partieron del Puerto del Callao hacia la Polinesia con el objetivo de encontrar mano de obra barata, que luego emplearían para la extracción del guano de las islas de Chincha.
"Entre los navíos peruanos que salieron del puerto de El Callao en 1862 estuvieron el Apurímac, Misti, Empresa de Lima, Trujillo, Genara, Bárbara-Gomez, Adelante, Carolina, Cora, Dolores, Guayas, Guillermo, General Prim, Hermosa, Honorio, Jorge Zahara, José, Manuelita, Margarita, Mercedes de Wholey, Micaela, Polinesia, Rosalía, Rosa, Urmeneta, Teresa y el Serpiente Marina". (A. Schenone, 1965)
De entre los oficiales mercantes de los navíos se destaca a 2 personajes en particular, por un lado el capitán Aurelio García a cargo del buque Honorio y por el otro al famoso capitán Miguel Grau Seminario a cargo del buque Apurimac. En ambos casos con una tripulación mayoritariamente conformada por peruanos naturales de Lima y el Callao.
Si bien el capitán Miguel Grau no llegó a embarcar indígenas polinesios en su navío ya que el 12 de noviembre de 1862 el buque Apurimac encalló en Manihiki, si había partido con ese objetivo. Por otro lado el capitán Aurelio García si embarcó a centenares de indígenas polinesios en su buque, en la mayoría de casos sin establecer algún contrato, es decir que los secuestró de manera forzada.
Solo se firmaron algunos contratos con menos del 30% del total de indígenas embarcados en los navios mercantes, principalmente de las islas Atolón y Pascua. Mientras que los nativos de las islas Nukunaelae, Rotuma, Funafuti e islas Cook que representaban más del 70% de los embarcados fueron extraídos por la fuerza o con engaños.
"en muchas formas son como los "chino-cholos" de nuestras costas". (Diario El Comercio, 1862)
La mayoría de los contratos se elaboraron en el Callao, utilizando nombres e identidades falsas, así como términos y acuerdos totalmente desventajosos, con el que hicieron pasar a los indígenas polinesios como "migrantes culíes" y "trabajadores culíes". Todo aquello con la complicidad de altos funcionarios del puerto. Cuando desembarcaron en el Callao los indígenas polinesios estaban en su gran mayoría a merced y disposición de sus amos peruanos, quienes los destinarían principalmente a las islas de Chincha, dónde eran prácticamente esclavos.
“Dos tercios de ellos murieron”. (Diario El Comercio, 1863)
Más del 90% de los indígenas fallecieron trabajando o de las enfermedades que contrajeron en el Perú, las que llevarían también a un deceso demográfico en sus islas de origen luego de ser devueltos a causa de la presión extranjera (Francia e Inglaterra). Menos de 300 indígenas polinesios sobrevivieron, de los cuales en la Isla de Pascua los chilenos encontrarían vivos a un aproximado de 100.
A pesar de ello los políticos liberales de la época negaron un genocidio sistemático, deslindado responsabilidad alguna del Gobierno de la República del Perú, argumentando que los indígenas eran "propiedad privada" del sector empresarial, en el cual ellos no podían ejercer control alguno. Años después la gran mayoría de los implicados en el tráfico de "esclavos indígenas" se convertirían en "héroes de la patria" al luchar o financiar la guerra contra Chile.
Referencias:
- Las misteriosas islas del Perú, Luis Alayza Paz Soldán (1951).
- En el país de las colinas de arena: reflexiones sobre la inmigración china en el Perú del S. XIX desde la perspectiva del derecho. Fernando de Trazegnies Granda (1994).
- Mercurio peruano, DMP (1942).
- Mito y realidad de Rapanui: la cultura de la Isla de Pascua, Ramón Campbell (1999).
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