No se trata de vicio, perversión o libertinaje, como se puede pensar, sino de una enfermedad, una adicción. Es una dependencia como otra cualquiera, según expertos. Estamos hablando de una "cárcel", de una adicción que no te deja ser libre.
Comúnmente, este trastorno se denomina ninfomanía en las mujeres y andromanía en los hombres, pero esto, según los expertos, es cosa del pasado o al menos debería serlo, y lo correcto es decir trastorno de la hipersexualidad o de adicción al sexo. Esto es, una adicción cuyo fin último es conseguir y obtener por todos los medios el placer sexual.
Una adicción implica una dependencia hacia una sustancia, actividad o relación, en este caso una actividad que está destinada a obtener placer sexual. Aquí, la respuesta es muy intensa porque se trata de un orgasmo, pero dura poco. Luego vienen las culpas y los remordimientos. Incluso, muchas de estas personas llegan a perder el placer sexual.
Se considera dentro de las adicciones de conductas, ya que no hay ninguna sustancia. Se puede equiparar a la ludopatía (adicción al juego) en la que no hay una sustancia como tal (el alcohol, drogas, etc.) que te sacie esa necesidad, sino que es una conducta la que lo hace.
Las conductas pueden ser de tipos muy diversos: desde la masturbación compulsiva, el uso de pornografía o de líneas de teléfono eróticas hasta encuentros sexuales con personas desconocidas o incluso con profesionales. La frecuencia de la conducta tiene que ver con las oportunidades que tenga para acceder a la misma. Es decir, si el encuentro es con profesionales, depende de la facilidad que tenga para poder acceder a ellas. También hay casos en que puede haber mezcla de todas o alguna de estas conductas.
Todo ello interfiere de forma importante, más de la que nos podemos imaginar, en la vida laboral y personal de quienes lo padecen. Imagínese una persona que se encuentra en su puesto de trabajo y tiene que ausentarse de él durante un tiempo porque necesita "irremediablemente" reparar su necesidad y este hecho además, se repite con frecuencia. O bien una persona que llega a perder bastante dinero porque usa constantemente líneas de teléfonos eróticas o requiere el contacto de profesionales y empieza a tener por ello problemas con su pareja. O el caso de una persona que pasa toda una noche sin dormir porque ha estado consumiendo pornografía por Internet, lo que interfiere tanto en su salud como en su rendimiento laboral del día siguiente.
La adicción implica, por tanto, evadirse de las responsabilidades, mentir, sentimientos muy dolorosos de pérdidas y culpabilidad, ausencia de control e incluso problemas con la ley. No tiene nada que ver con ser "muy sexual, tener mucho deseo sexual ni tener una gran actividad sexual".
Según estudios realizados en Estados Unidos, entre un 3 y un 6% de la población norteamericana padece este trastorno. En España, según datos de 2012, se habla de casi un 6%, pero aún así es todavía casi imposible saber con exactitud la cifra exacta. Pese a todo, se sigue sin considerar este problema como una categoría diagnóstica.
Perfil de las personas con adicción al sexo
El perfil de este tipo de personas es muy variado, pero generalmente suelen tener unas características comunes. Es más frecuente en hombres que en mujeres y más frecuente en adultos jóvenes. Pero aún así, el abanico es muy grande y muchas veces no tiene porqué ajustarse a ese 'perfil' o 'patrón'.
Se trata de personas muy dependientes, con poca autoestima que además no suelen ser buenos con las habilidades sociales y les cuesta comunicarse. Son compulsivos y con gran ausencia de autocontrol. Puede haber también insatisfacciones emocionales o con las relaciones de pareja, carencias afectivas, predisposición a la ansiedad y la depresión, disfunciones sexuales de algún tipo y una personalidad que se relaciona con la búsqueda de riesgos. Está relacionado con el resto de adicciones. A veces incluso, puede haber consumo de alcohol u otras drogas, una cosa no está exenta de la otra.
Las sensaciones más frecuentes en estos pacientes son el sufrimiento, la autodestrucción, la culpa, el remordimiento, etc. Es una espiral. Primero sienten el deseo incontrolable de realizar la conducta y luego vienen las culpas y el sufrimiento. Esto hace que disminuya de forma considerable la autoestima y para volver a recuperarla vuelven de nuevo a tener la necesidad de repetir la conducta. Un círculo vicioso que tiene cualquier adicción. Por ello, lo primero en terapia es trabajar el autocontrol, ya que estas personas tienen una falta de control muy grande.
Terapia grupal para la adicción al sexo
Esta es la enfermedad callada, o la enfermedad "secreta" como se la ha denominado, porque lo cierto es que a pesar de la prevalencia y del aumento de casos que cada día se ven en las consultas, sigue siendo una adicción que se oculta por vergüenza. No es fácil decir que te pasas el día entero pensando en el sexo, que lo necesitas continuamente y estás teniendo problema por ello en tu ámbito laboral, personal e incluso emocional. Por ello, es habitual que esté oculta y tarde tiempo en salir. A veces no se dan ni cuenta y con frecuencia es la pareja quien da el paso de llamar y otras veces es el propio paciente.
Pero, ¿cuándo piden ayuda, cuándo se dan cuenta de que realmente están ante un problema, una enfermedad? Cuando ven que el sexo ocupa en su vida demasiado tiempo, más del que debería. Cuando ya no hacen cosas que antes les gustaba hacer porque su tiempo está ocupado en esa otra cosa o cuando ven que su dependencia es tan fuerte que empiezan a tener problemas económicos, laborales o ven que su pareja va a pique.
En la terapia grupal, estas personas se dan cuenta de que no están solos, de que hay más gente como ellos y que dentro del grupo, ellos mismos, pueden buscar las soluciones.
No obstante, y a pesar de las ventajas del grupo terapéutico, que en países como en EEUU funciona muy bien y tiene un gran auge, en España, todavía cuesta trabajar en grupo. Por vergüenza, porque podemos encontrarnos con alguien después en la calle, por reticencias, etc. No hay tanta tradición. Pero cuando te das cuenta de que no estás solo, puedes compartir los miedos con otras personas, los pensamientos, identificarte con otros... todo es mucho más fácil y no sólo los profesionales pueden darte estrategias, sino tú mismo y los demás compañeros.