“¿Qué quieren las mujeres?”, se preguntan los hombres, y al mismo tiempo estas se interrogan sobre qué desean los varones. Entender al género contrario parece uno de los grandes misterios de la humanidad, y en su terreno se han librado infinidad de batallas de la llamada guerra de sexos. Por tanto, cabe reflexionar durante unos instantes cuál será la mejor herramienta para averiguar qué piensa el género contrario sobre nosotros. Y un cierto número de investigadores, psicólogos y ensayistas, han llegado a una conclusión bastante lógica: preguntando a unos y otros qué piensan realmente sobre sus compañeros del otro sexo.
A los hombres les cuesta expresar sus sentimientos
Un proyecto semejante es el que el psicólogo y divulgador Shawn T. Smith se ha propuesto llevar a cabo bajo el nombre de La guía para mujeres sobre cómo piensan los hombres: Amor, compromiso y la mente masculina. Curiosamente, casi el mismo título que recibe un volumen publicado el pasado año por Sam Geraldo, un seudónimo bajo el que se encuentra el encargado de la página web SeduceMen, y en la que preguntaba a sus usuarios qué era lo que realmente pensaban sobre el sexo opuesto: sus conclusiones son, por ejemplo, que la mayor parte de hombres no saben “ofrecer empatía y apoyo emocional”, que no saben cómo responder a preguntas capciosas y que si recibes una respuesta seca a sus preguntas, mejor dejarlo estar. Incluso existe una página web, Understand Men Now, donde su responsable, el autor Jonathon Asley, asegura conocer todas las claves que el sexo femenino necesita para comprender al polo opuesto, y que pasa por, entre otras cosas, entender que la mayor parte de hombres huyen de sus emociones, que necesitan sentirse deseados y que, por lo general, van más lentos en una relación que una mujer.
La batalla por la comunicación
Por ello mismo, Shawn Smith abrió el pasado mes de mayo una encuesta online en la que preguntaba a hombres y mujeres su opinión sobre el sexo contrario, y aunque aún falte mucho para poder hablar de los resultados finales de la investigación, ha recogido algunas de las expresiones más llamativas en un artículo publicado en Psychology Today, bajo el nombre de Qué aman las mujeres de los hombres, a pesar de que en él se refleje tanto lo positivo como lo negativo que las mujeres ven en los hombres.
¿Qué es exactamente lo negativo?
Las respuestas señalan principalmente en dos direcciones: por una parte, que los hombres son incapaces de expresar lo que piensan, o peor aún, de hacerse entender. Libros cerrados que fuerzan a sus compañeras a tener que realizar alambicados procesos mentales para averiguar qué está pasando por sus cabezas, lo que conduce, por tanto, a esos frecuentes malentendidos que perjudican la vida en pareja. “No leemos las mentes. Si los hombres no comunican exactamente lo que están pensando, llegamos rápidamente a nuestras propias conclusiones. No debería ser culpa nuestra cuando los hombres se enfadan por ello”, señala uno de los testimonios obtenidos por el llamado Geraldo. “Nunca entenderán hasta qué grado la falta de comunicación nos hace daño”.
En segundo lugar, se encuentra contra todo pronóstico, el estoicismo masculino, es decir, su capacidad para aguantar dificultades y callarse todos los problemas hasta que es demasiado tarde. “A veces pienso que si hay una expresión de furia, al menos sabes que algo ocurre con la relación, pero si simplemente sortean los problemas, es que no hay relación”, señala una de las consultadas. “Los hombres ignoran las dificultades hasta que es demasiado tarde”, añade otra. Aunque, claro, no todo son desventajas, sino que también permite que los hombres sean capaces de no sucumbir en los complejos e intrincados devaneos mentales en que muchas mujeres reconocen caer. “Está bien poder estar con alguien y no discutir todo el rato”, señala en ese sentido otra de las consultadas.
Los hombres son mejores en matemáticas y las mujeres, en los idiomas
No todo son malas noticias para el bando masculino, que se dará cuenta de que lo que se creían virtudes (ir al grano) en ocasiones computan también como defecto, pero con frecuencia, siguen siendo vistas como algo positivo: “no tienen mucha complicación, y es fácil convencerlos”, se recoge en el texto de Smith. ¿Otras virtudes? Son protectores (“me gustan sus abrazos”), no cotillean a tus espaldas (“no hacen juicios injustificados y generalizaciones a partir de pequeños detalles”) y además, “hacen cosas” (“son directos, si tienes un problema, lo solucionan”).
¿La explicación científica?
Más allá de lo inmediatamente cultural, la ciencia nos ha recordado en repetidas ocasiones que, efectivamente, hombres y mujeres piensan cosas distintas entre otras razones porque sus procesos cognitivos son muy diferentes. Como se descubrió en un estudio realizado por la Universidad de California el pasado año 2005, si el cerebro está formado por la llamada materia gris y por la materia blanca, los hombres piensan más con la primera y las mujeres, con la segunda. Lo cual, se apresuraban en aclarar los investigadores, no se traduce en que un sexo sea más inteligente que el otro, sino simplemente en que gestionan la información –y con ello, la toma de decisiones– de manera diferente.
Rex Jung, profesor de la Universidad de Nuevo México que participó en el estudio, señalaba que su descubrimiento podía explicar por qué los hombres parecen funcionar mejor en determinados ámbitos, mientras que las mujeres suelen triunfar en otros diferentes. Y, curiosamente, los descubrimientos de los investigadores se hacen eco de una manera bastante certera de las quejas que las mujeres consultadas por Scott señalaban en la encuesta. A nivel general, la materia gris –en la que los varones están por delante– es la que se relaciona con los centros de procesamiento de la información, mientras que la blanca, la presente en los cerebros femeninos, es la que establece las relaciones entre dichos centros. Esto se traduce en que los hombres, tal y como afirmaban las mujeres del estudio, sean mucho más exitosos a la hora de tratar con temas muy concretos (como pueden ser las matemáticas), que requieren soluciones más prácticas, mientras que las mujeres son mejores cuando se trata de disciplinas que ponen en marcha un mayor número de conexiones que competen a diversas partes del cerebro, como puede ser el aprendizaje de idiomas, más abstracto. Lo que aún no queda claro es en qué momento de la evolución se produjo esta divergencia entre ambos sexos, y si tiene alguna relación con el papel de cazador que el varón adoptó durante siglos.