Las carabelas Santa María, La Pinta y La Niña, por expresas instrucciones de Colón, salen desde Puerto de Palos ostentando cosidas a sus velámenes, el conocido y tradicional emblema de Los Caballeros Templarios, la llamada Cruz Copta, nombre este último que los griegos dieron otrora a los egipcios cristianos y que tiene su origen en la Tau, - la T -, última letra del alfabeto hebreo, cuya figura de dos brazos iguales que se cortan en el medio, surge de la unión de cuatro círculos que representan distintos elementos de la naturaleza: fuego, aire, agua y tierra.
Esta cruz es anterior a la cruz de los romanos, que tiene el brazo vertical más largo, utilizada en sus comienzos como instrumento de tortura y las crucifixiones de criminales. El enigma planteado por la presencia de esta cruz en las velas de los navíos, ha merecido ríos de tinta de parte de los historiadores y estudiosos del Descubrimiento, ya que evidentemente no estaban allí casualmente ni por mero capricho, sino obedeciendo a un propósito determinado, entrañando un mensaje que es preciso develar.
Ello nos obliga a remontarnos a las antiguas historias, al inicio de Las Cruzadas y al nacimiento de la citada Orden del Temple. Hablar de los Caballeros Templarios es una dura tarea, teniendo en cuenta que sus rudimentos están emparentados con las primeras Órdenes Militares Cristianas después de la primera Cruzada que comandada por el Papa Urbano II en el siglo XI, reconquistó Tierra Santa, en manos de los infieles desde el siglo VII.
Esta Orden de carácter religioso y militar, cuyo nombre oficial era Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, fue conocida como Caballeros del Templo de Salomón, o Caballeros Templarios, porque el primer palacio que ocuparon en Jerusalén era adyacente a un edificio conocido como el Templo de Salomón, algunos dicen, que sus caballerizas.
Diremos pues que esta Orden de los “monjes soldados”, fue fundada para proteger las vidas de los cristianos, que tal cual sigue haciéndose en la actualidad, peregrinaban por miles a Tierra Santa y los lugares sagrados con un estricto sentido mesiánico: honrar los sitios donde se desarrollaron los sucesos bíblicos narrados en el Antiguo y Nuevo Testamento.
Estos lugares, distribuidos en un gran espacio geográfico eran principalmente Jerusalén, conocida como la Ciudad Santa por las religiones judía, cristiana y musulmana; Belén - Cisjordania, ciudad natal del rey David ; Nazaret en Israel, ciudad donde nació Jesús. Monte Sinaí, en Egipto, donde ocurre la revelación a Moisés; Río Jordán, Mar de Galilea y Desierto de Judea. Llegar hasta allí, desde distintos lugares del mundo, implicaba un gran riesgo personal para los peregrinos, que usualmente eran asaltados y muertos en esta travesía, atacados por las tribus turcas convertidas al islamismo, que los tenían cerrados y prohibidos al peregrinaje cristiano.
Esta Tierra es todo un símbolo para el cristianismo, además es la Tierra Prometida del judaísmo y según el Islam, dónde se encuentra el “Domo de la Roca”, también llamado Cúpula de la Roca o Mezquita de Omar y el lugar hasta donde cabalgó Mahoma en sueños en un caballo alado subiendo hasta el cielo por Jerusalén. Por esta misma razón siempre ha sido una fuente de conflictos religiosos y culturales.
Allí estaba el Templo de Salomón que guardaba el Arca de La Alianza, construida sobre el monte Sion. Luego de destruido el templo se conoce como Nueva Sion, nombre también por extensión dado a Jerusalén. Los cristianos llaman también Nueva Sión a la colina occidental en torno al cenáculo. Allí está el valle de Cedrón, donde según la profecía de Joel (4, 2-12), se reunirá la humanidad para el día del Juicio Final. En el noroeste de la ciudad estuvo el palacio de Herodes.
En el monte Sión está además la Basílica de La Dormición, lugar donde pudo morir la virgen María, creencia que últimamente ha caído en desprestigio porque ahora la Iglesia niega su fallecimiento, a pesar que hay obras pictóricas de grandes maestros y páginas del catolicismo en internet, donde se pinta su cuerpo muerto rodeada por apóstoles y ángeles y se narra la historia de cómo hizo que los ángeles fueran a buscar uno a uno, a todos los apóstoles repartidos por el mundo, para sostener con ellos un último encuentro. Se fue, dicen ahora, ascendiendo lentamente en cuerpo y alma en dirección al Cielo católico, que a todas luces está arriba, porque todos estos vuelos o levitaciones toman esa posición de verticalidad.
También se ha debido acomodar la historia del santo Sepulcro, llamado Gólgota, que antaño recogió los restos mortales de Jesús y donde luego resucitó, lugar en que por varios siglos hubo órdenes militares del catolicismo cuidando tan santa caverna. Ahora según la nueva enseñanza que se hace de los Evangelios tantas veces interpolados, es el punto exacto donde se produjo la Crucifixión, enterramiento y Resurrección de Cristo. Esto de enterramiento está más acorde con lo que fue el proceso de la muerte de Cristo, que según Pablo en Corintios 15:4, fue sepultado en una fosa común y resucitó al tercer día, lo que desmiente la historia de la gruta donde estuvo insepulto, que se encuentra en otro lugar.
La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo fue una de las más famosas Órdenes Militares cristianas que se mantuvo activa por cerca de dos siglos, cumpliendo los objetivos para lo cual fue instaurada. Sus miembros eran considerados las unidades militares mejor entrenadas que participaron en las Cruzadas, y los miembros no combatientes de la Orden, gestionaron una compleja estructura económica a lo largo del mundo cristiano, creando nuevas técnicas financieras que constituyen una forma primitiva del moderno concepto de Banco, que luego gracias a la serie de fortificaciones, conventos, molinos y otras edificaciones por todo el Mediterráneo y Tierra Santa, abrieron la factibilidad para convertir su negocio de resguardo de valores en una Banca formal de tipo internacional, la primera creada en el mundo.
Los privilegios de la Orden fueron confirmados por las Bulas Omne datum optimum de 1139: Milites Templi en 1144 y Militia Dei en 1145. En ellas, se daba a los Caballeros Templarios una autonomía precisa y real respecto a los Obispos, dejándolos sujetos tan sólo a la autoridad papal; se les excluía de la jurisdicción civil y eclesiástica; se les permitía tener sus propios capellanes y sacerdotes pertenecientes a la Orden; se les permitía recaudar bienes y dinero de variadas formas (por ejemplo, tenían derecho de óbolo —esto es, las limosnas que se entregaban en todas las Iglesias existentes— una vez al año). Además, estas bulas papales les daban derecho sobre las conquistas en Tierra Santa y les concedía atribuciones para construir fortalezas e iglesias propias, lo que les dio gran independencia y poder. Los Templarios eran el ejército del Papa.
Actuaron igualmente como banqueros de los peregrinos, por lo que obtuvieron grandes riquezas. No hay que olvidar que en el área occidental todo el mundo era creyente y no solo viajaba la gente modesta, sino especialmente los caballeros y nobles, el Rey y su Corte, los comerciantes y sus familias. A la muerte de Alfonso I el Batallador, fueron nombrados herederos junto con otras órdenes militares del reino de Aragón; a cambio de su renuncia a la herencia del reino, recibieron diversas fortalezas y distinciones.
En Francia, los templarios se habían convertido en banqueros de los reyes. Cuando fracasa la Segunda Cruzada, y Jerusalén cae en manos de los musulmanes en 1187, la Orden deja de tener sentido, entonces Felipe IV de Francia, llamado el Hermoso, ladinamente, ante las inmensas deudas que había adquirido con ellos, decidió no pagarles y convenció al Papa Clemente V de que iniciara un proceso contra los templarios, acusándolos de impiedad (1307). Este Papa corrupto, como casi todos los de la época, que debía su trono al mismo rey francés Felipe “El Hermoso” quien lo había propuesto, también era deudor de los Templarios y estaba celoso del gran poder, casi superior al papado mismo que ostentaba la Orden.
El gran Maestre de la Orden, Jacques de Morlay y 140 miembros fueron arrestados. No obstante ser considerados inocentes en el Concilio de Viena, efectuado cuatro años después, el Papa Clemente disolvió la Orden y creó una comisión que re emprendió el proceso. Pero mientras esta investigación estaba en marcha, (como estaba planeado) los entregó a la custodia del Rey. Este, sin querer esperar más investigaciones y desesperado por hallar el tesoro de los Templarios que se suponía de un volumen colosal, los sentenció a muerte por relapsos, apenas estableció que no podía arrancarles el secreto del escondite del oro, ordenando perseguirlos y darles muerte sin juicio previo donde se les encontrare.
Todos los bienes requisados se los repartieron el Papa Clemente y el rey de Francia Felipe el Hermoso. El rey se quedó con todos los inmuebles, armas, caballos, castillos, iglesias, molinos, feudos y tierras y el Papa se llevó todo el oro, monedas y bienes muebles encontrados. Muchas de estas posesiones, especialmente las Iglesias, fueron entregadas después por el rey a la Orden de los Hospitalarios y a otras órdenes militares ya existentes. Del Papa no se sabe que haya sacado un solo centavo de las arcas vaticanas. Tampoco que otro lo haya hecho nunca para una causa noble.
Así fue como se llevó a cabo en Francia la llamada “gran “masacre”, que en 1314, se llevó a efecto bajo el mayor secreto y donde más de 15.000 Caballeros del Temple fueron arrestados, sin aviso y sin más razón que un mandato real y condenados a la hoguera, sin que ellos ofrecieran resistencia, cómo habrían podido hacerlo, dado que sus fuerzas eran tan importantes como el propio ejército real. Ello indicaba claramente que se sentían inocentes y que confiaban que pronto el error sería aclarado; que presumían que el Papa no permitiría tal injusticia.
El estratega de esta operación fue el Visir Nogaret, maquiavélico personaje que ideó el plan para la destrucción de la Orden, brazo derecho del Rey y el ejecutor de sus planes. Primero en Francia, luego en Inglaterra y España, los Templarios son perseguidos, encarcelados y asesinados. Sus cuarteles fueron desmantelados y sus propiedades requisadas. Sus cabezas son puestas a precio y se paga cualquier información que señale como detenerles. Desde ese momento pasan a ser proscritos, indeseables, criminales.
No obstante, no todos los jerarcas y miembros de la Orden fueron muertos ni detenidos; prueba de ello es que nunca estas pesquisas, tanto del papado como del rey francés dieron con el escondite del tesoro templario, de sus reliquias sagradas, se supone entre ellas el Santo Grial. Tampoco descubrieron sus archivos madres, la detección de su gran flota, los lugares donde estos barcos y sus tripulaciones estaban guarecidos. Ni menos pudieron establecer sus contactos, sus protectores, los castillos secretos donde organizaban sus huestes y fijaban sus estrategias.
Hacemos aquí una disquisición, para mencionar que antes de estos sucesos, en el breve plazo de dos años murieron misteriosamente dos Papas “curiosamente enemigos del rey de Francia Felipe el hermoso, y gracias a esta vacancia, ocupó el trono el Papa Clemente V ya mencionado, un sujeto de carácter irresoluto, manejable, marioneta del monarca, que aceptó como ciertas todas las pruebas presentadas contra los Caballeros Templarios: herejía, ritos blasfemos, escupir y pisar la cruz en las iniciaciones de los caballeros, sodomía, adoración de falsos ídolos demoníacos como el misterioso Bafomet y hasta ser adoradores de un gato.
El otro de estos Papas muertos bajo el reinado de Felipe y antes del nombramiento de Clemente fue Bonifacio XVIII, un noble catalán de familia establecida en Italia cuyo nombre era Benedetto Gaetano, astuto y ambicioso político que ya Cardenal trabajó como legado papal en Francia y Sicilia, siendo muy cercano al Papa Celestino V, al que ante su determinación de renunciar al papado, le aconsejo dicte antes una constitución que declare legal tanto la abdicación papal como la obligatoriedad del Colegio de Cardenales de aceptarla.
Cuando el Papa Celestino abdicó en diciembre de 1294, once días después este Cardenal Gaetano, con maquinaciones logró ser elegido y coronado Papa, tomando el nombre de Bonifacio VIII. Inmediatamente, al día siguiente de ser electo, emitió su primera encíclica anunciando la renuncia de Celestino y su propia elevación a la silla de Pedro. Luego, con la aprobación de los cardenales revocó todos los derechos y privilegios del Papa anterior y para evitar conspiraciones de sus partidarios o un cisma lo hizo encerrar en el Castillo de Fumone, donde este estuvo hasta su muerte en 1929.
Hacemos esta semblanza, para esbozar el tipo de personalidad de este Papa que se llenó de enemigos en su mandato por sus venganzas, traiciones y sus acciones faltas de criterio, en sus intervenciones en todos los reinos de Europa. Fue durante el reinado de este Papa, cuando Dante Alighieri visitó Roma. Describió el Vaticano como el “alcantarillado de la corrupción”, y para ratificar su opinión, puso a Bonifacio junto con los papas Nicolás III y Clemente V, en las profundidades de uno de los infiernos de la Divina Comedia, en clara alusión del sitio donde deberían pertenecer cuando muriesen.
Guillaume Nogaret era ya entonces el Canciller de Felipe IV y también su hombre de confianza. En esos años el absolutismo monárquico del rey no admitía ningún poder exterior a su voluntad, por lo que chocó con la doctrina teocrática del Papa Bonifacio VIII, que afirmaba el derecho pontificio sobre todos los hombres, incluso los soberanos.
Cuando el rey decidió cobrar tributos a la Iglesia, que en aquel entonces poseía casi el 70 del territorio francés, el Papa lo consideró como una ofensa y respondió con la Bula “Unam Sanctam”, decretando la excomunión del Rey, declarando de paso, la supremacía del poder espiritual sobre el poder temporal y por esta vía la superioridad del Papa sobre los reyes, siendo estos últimos responsables ante el jefe de la Iglesia.
Esta bula expresaba lo siguiente: “Fuera de la Iglesia no hay salvación ni remisión de pecados. Ella representa el cuerpo místico de Cristo, un cuerpo cuya cabeza es Cristo y en el tiempo, su vicario Pedro y por consiguiente el sucesor de Pedro. Por tanto, de la unidad y unicidad de la iglesia, solo hay una cabeza y un cuerpo, no dos cabezas como en un monstruo. Estamos informados por los textos de los Evangelios que en esta iglesia y en su poder hay dos espadas: el poder temporal y el espiritual. Con la verdad como testigo, corresponde al poder espiritual establecer el poder terrenal, y juzgarlo si no ha sido bueno.”
A la iglesia y al poder de la iglesia debe ser atribuida la profecía de Jeremías: “Yo te he constituido sobre todas las naciones y reinos”. Además declaramos, proclamamos y definimos que es absolutamente necesario para la salvación, que toda criatura humana esté sujeta al romano pontífice”.
Tal bula, expresaba materialmente la profunda aspiración de la Iglesia medieval, de tener un reconocimiento de nivel universal, para seguir amedrentando a los reinos y Estados y conseguir derechamente un gobierno mundial, la Teocracia papal, que en la práctica venía desarrollándose de antiguo en aquellos reinos vasallos del catolicismo y cuyo repunte estaba marcado por los papas que antecedieron a Bonifacio, Gregorio VII e Inocencio III, entre otros de anteriores gobiernos de la Iglesia, gracias al falso Testamento de Constantino, quizás la más grande de las falsificaciones y seguidillas de estafas europeas que cimentaron el poder imperial de la Iglesia medieval y del presente, del que en algún momento, relataremos en otro post.
Pero en verdad en esta lucha de poderes entre el rey francés y el papado hubo varios otros episodios donde el Papa contestaba las medidas y decretos del Estado, con Bulas papales. Así, frente al cobro de impuestos que el Estado hacía al clero, Bonifacio respondió con la potente bula Clericis laicos de 1296 donde prohibía bajo pena de excomunión que el clero pague tributos sin el permiso de la Santa Sede. Luego como Felipe prohibió las exportaciones de metales preciosos de los extranjeros, lo que perjudicó enormemente las rentas romanas, el Papa tuvo que rectificar con la bula Etsi de statu renunciando a ejercer en Francia las pretensiones universalistas enunciadas en la bula anterior.
Cuando en 1301 se acusó al obispo Saissiers de traición por no pagar los impuestos de la Iglesia, el Papa restableció el vigor de la Clericis laicos con la bula Salvator Mundi y publicó una nueva bula Asculta Filli en la que se enuncian todos los principios teológicos que defendían la superioridad del papado sobre cualquier otro poder, la que Felipe echó al fuego y prohibió su publicación en Francia. Este Papa Bonifacio VIII, fue el que según los historiadores de la época y como se relata en la misma “Historia de Los Concilios de la Iglesia”, buscaba niños para darse satisfacción sexual. Para justificar su conducta pederasta declaró oficialmente que: “EI darse placer a uno mismo, con mujeres o con niños, es tanto pecado como frotarse las manos”. (Historia de los Concilio de la Iglesia, Libro 40, art. 697). Además, reconoció practicar la brujería (Durante, vol. 6, pag. 232). Llamó mentiroso e hipócrita a Cristo, negó la inmortalidad, fue homicida, profesó ser ateo, negó la vida futura y fue un pervertido sexual.
La respuesta de Felipe IV, fue citar un Concilio Nacional de los Obispos de Francia para juzgar y someter al Papa, e igualmente reunió a las Asambleas de Nobles y Burgueses en París buscando su apoyo para validar su lucha. Bonifacio en base al argumento del dominio universal del papado respondió fijando la fecha de la excomunión de Felipe para el día de la Natividad de María en 1303, amenazando además con emitir la interdicción sobre el reino de Francia. Eso equivalía a deslegitimar a sus gobernantes y ocuparlo militarmente.
Guillaume de Nogaret, aconsejó al Rey la acción directa contra el Papa: arrestarlo y hacerlo juzgar por un Concilio. Con calumnias, Nogaret indispuso los ánimos de los cortesanos contra Bonifacio. Entonces Felipe IV convocó una solemne reunión en París en la que encargó a Guillaume de Nogaret que depusiese al papa. Éste obtuvo de los Colonna, a quienes Bonifacio recientemente había humillado y con una estratagema quitarle sus tierras y valores, el material suficiente para formular terribles acusaciones contra el pontífice: idolatría, herejía, infidelidad, pérdida de la Tierra Santa por su culpa, inmoralidad, libertinaje y simonía.
En agosto de 1303, en un consistorio en Anagni, Bonifacio se declaró inocente de todos los cargos y se dispuso a proteger la autoridad pontificia. Prohibió que la Universidad de París concediese diplomas en teología, cánones y derecho civil y depuso al arzobispo Gerhard de Nicosia, principal signatario de las cismáticas resoluciones de París; declaró que sólo la Santa Sede podía proveer las sedes vacantes y sólo el Papa tenía el poder de convocar el Concilio. La bula Super Petri Solio, del 8 de septiembre, excomulgó de nuevo a Felipe IV y liberaba a sus vasallos del juramento de fidelidad a Francia.
Al día siguiente Nogaret con sus tropas se presentó en la residencia papal de Anagni, forzando la guardia del castillo. En esa oportunidad se hizo acompañar de un enemigo declarado del Papa, Sciarra Colonna, miembro de la nobleza romana. Con sus tropas, allanaron las dependencias del Castillo y encontraron al Papa Bonifacio solo en la gran sala episcopal, abandonado por sus partidarios y familiares.
El anciano hombre de 88 años estaba sentado sobre un alto sillón, vestido con sus paramentos de ceremonia y no reaccionó ante la irrupción de la tropa armada. Al ver aproximarse a Guillermo de Nogaret y a Sciarra Colonna, inclinó levemente la cabeza y declaró: “He aquí mi cabeza, he aquí mi tiara: moriré, es cierto, pero moriré siendo Papa.”
Sciarra Colonna, en su odio hacia Bonifacio VIII, avanzó insolentemente y le dio un cachetazo con su manopla de hierro. Con la fuerza del golpe, el anciano cayó estrepitosamente de su trono. Luego de este ultraje Nogaret se apoderó de su persona y lo mantuvo detenido durante tres días, privado de agua y de comida. La violencia de la que había sido víctima, había quebrantado definitivamente la razón de Bonifacio VIII. El Papa murió un mes más tarde sin reconocer a sus parientes y rehusando la extremaunción. Este episodio se denominó el «Atentado de Anagni».
Este nombre de Bafomet que repetidamente mencionamos, apareció por primera vez cuando los templarios fueron enjuiciados por herejes. Durante el proceso muchos de los caballeros de la Orden fueron sometidos a tortura y confesaron numerosos actos heréticos. Entre ellos se incluyó la adoración a un ídolo denominado Baphomet o Bafomet.
Se cree que éste presunto numen era una cabeza barbada y con pequeños cuernos. Esto explicaría por qué razón los templarios fueron acusados de herejes, sindicados de haber tomado contacto en Tierra Santa con los sarracenos y sus creencias. Se ha apuntado a que el nombre Bafomet pudiera ser una variante local del nombre Mahoma, Mahomet como se decía en francés o Mafumet, en catalán, hipótesis que se ha barajado a falta de antecedentes o explicaciones en el Acta levantada contra los Templarios.
Otras fuentes más aventuradas destacan que esta cabeza, no ya una mera representación, sino una cabeza humana embalsamada, no era otra que la de Juan el Bautista. También existe otra vertiente que sostiene que la testa barbuda en cuestión era la de Jesucristo, pero esto último estaría contradiciendo la creencia en la Resurrección y por lo tanto también era herejía. El famoso ocultista francés Eliphas Lévi, (1810-1875) cuyo nombre verdadero es Alphonse Louis Constant, sacerdote, prolífico escritor y mago, dibujó a Baphomet con cabeza de cabra, rasgos andróginos y símbolos iniciáticos, sentado sobre un cubo. Entre los cuernos de la entidad dibujó un pentagrama y una antorcha. En su cuerpo añadió unos pechos femeninos y un falo con forma de Vara de Hermes, un brazo masculino y otro femenino y una mano hacia arriba y otra mano hacia abajo, señalando una luna creciente y otra menguante. Cada brazo tenía una palabra en latín: solve y coagula, la famosa fórmula de los maestros alquimistas.
Efectivamente en la simbología esotérica, existe un Dios de la Luz denominado Baphomet, Lucifer, Iblis, Prometeo, que aparece a lo largo de los tiempos entre los Templarios, los Rosacruces, los Illuminati, la Masonería y otras órdenes, resultando el verdadero conductor de la iniciación, ante cuya invocación los recién iniciados hacen sus votos de lealtad. Los Templarios medievales y actuales tuvieron y tienen como Dios de la Luz a Baphomet. También los Rosacruces y sus ramas modernas Golden Dawn y Thelema lo consideran el Ángel de la Luz. El mismo Dios de la Luz en varias expresiones (Baphomet, Lucifer) ha sido importante para los Illuminati de todos los tiempos. Dan Brown, en Ángeles y Demonios (Umbriel, 2004), así lo explica, aunque envuelto en sus fantasías. Para Fulcanelli sin embargo, constituye “el emblema completo y total de las tradiciones secretas”, empleado exteriormente como paradigma esotérico de algunas Órdenes y como signo de reconocimiento de sus iniciados”.
En todo caso, el Bafomet constituye una representación hermética de profundo significado. La orden del Temple, para la cual este símbolo tuvo una gran importancia esotérica trascendental, fue acusada de adorarlo bajo una de sus representaciones más groseras. Fue considerado un demonio y señalado por sus acusadores incógnitos como un ídolo de oro que hablaba y respondía por sí mismo. La falacia, que hoy nadie cree, necesitaba pruebas y a falta de ellas había que recurrir a tan infantil argumento, para ignominia de la Iglesia y la monarquía francesa. De todas las interpretaciones, la realizada por el Dr. Schonfield, parece ser la que aporta mayores luces. El británico judío Hugh J. Schonfield, especialista en el estudio del Nuevo Testamento y de la Biblia en general, fue uno de los fundadores y presidente de la Organización Pacifista de Ciudadanos del Mundo, actividad por la que fue candidato al Premio Nobel de la Paz en 1959 por sus servicios hacia la comunidad internacional. También fue presidente de la Sociedad de HG Wells
Él fue además, uno de los eruditos que trabajaron en los Rollos del Mar Muerto y creía que la palabra Baphomet se consiguió con la técnica o conocimiento del cifrado Atbash, modalidad que los Templarios conocían muy bien. Este es un antiquísimo código hebreo que sustituye la primera letra del alfabeto por la última; la segunda por la antepenúltima y así sucesivamente. Es decir, la A sería la Z y la B sería la Y. Hay que tener en cuenta que en hebreo la lectura se hace de derecha a izquierda, pero el resultado se muestra con nuestros caracteres de izquierda a derecha.
Traspasó entonces la palabra Baphomet al hebreo y al griego y resultó la frase: BET PEVAV MEM TAF. Y según el carácter Atbash: SHIN VAV PE YUD ALEF= tradujo SOFIA, que en griego se escribe SOPHIA que significa SABIDURÍA, en su más amplio sentido. Así, estableció que Baphonet o Sophia significa sabiduría, que en griego es un término fundamental dentro de la filosofía helenística y su religión, como también en el platonismo, gnosticismo, cristianismo ortodoxo, cristianismo esotérico y en el cristianismo místico. Aristóteles le llamaba la filosofía primera, luego llamada metafísica, (más allá del estante de la física), que para él es la ciencia más general. También la filosofía primera o la teología fueron identificadas por él con la sabiduría (Sofía), de la que habla en el libro quinto de la Ética Nicomaquea.
De hecho, la Sofiología es un concepto filosófico relacionado con la sabiduría, como también un concepto teológico relacionado con la sabiduría de Dios. Desde el punto de vista religioso es una rama de la teología cristiana que se ocupa de la Sabiduría del creador. Desde un enfoque filosófico la Sofiología comprende temas asociados al análisis de las relaciones entre los mundos visible e invisible, el rol de la naturaleza, como también la Teleología. Por tanto Sophia no fue ni es una persona, sino un concepto, que se encuentra presente en todos los Libros Sapienciales de la Biblia. Y en los altares donde se le venera se la representa como una Virgen, al igual que María y por supuesto desde mucho antes que se pensase siquiera, por los que introdujeron el rito de María, de convertirla como ahora lo es, en un objeto de culto similar al de una diosa. De sentarla en el cielo junto a Dios, de darle el título de Madre del Cielo, esposa de Dios...y pese a su prole de hijos, de Virgen.
Hay muchas referencias a Sophia en el Libro de los Proverbios, y en los libros apócrifos del Eclesiástico y la Sabiduría de Salomón aceptadas por los católicos y ortodoxos, que se encuentra en la Septuaginta griega, Biblia israelita griega de la Iglesia primitiva. Allí Sophía, es la Sabiduría encarnada, la diosa de todos los que son sabios.
Es importante acotar que este texto conocido también como Biblia de los Setenta es la más incluyente, plural y representativa entre las colecciones de textos religiosos sagrados judíos e israelitas. Traducida de textos hebreos y arameos bastante más antiguos que las posteriores series de ediciones que siglos más tarde fueron asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo del Tanaj, representa una síntesis en que se subraya el monoteísmo judío e israelita, así como el carácter universalista de su ética.
Baste decir que La Biblia Septuaginta, (LXX) fue el texto utilizado por las comunidades judías e israelitas de todo el mundo antiguo más allá de Judea, y luego por la iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griega. Junto con el Tanaj, constituye la base y la fuente del Antiguo Testamento de la gran mayoría de las Biblias cristianas.
Misma Biblia, que de la mano del Papa Dámaso y su carnal Jerónimo de Estridón, fue cercenada y antojadizamente interpretada, para conseguir que el llamado Nuevo Testamento Católico ligara y se hiciese comprensible en la Vulgata, la Biblia latina inventada por el catolicismo, expurgando toda mención, libros, doctrinas y tradiciones disidentes, para distinguirse de la religión judía e incorporar los nuevos dioses.
Por tanto el que lea el Tanaj, que viene a ser el antiguo Testamento judío, podrá establecer que hay notables diferencias con el llamado Antiguo Testamento cristiano e incluso tergiversaciones y omisiones en esta Biblia re hecha a imagen y semejanza del credo católico. Efectivamente, según los estudiosos bíblicos, existen cuando menos cinco libros de la Biblia LXX, que por influencia de Jerónimo no son reconocidos por la Iglesia Católica como Deuterocanónicos. Ellos son 1 Esdras, 3 Macabeos, 4 Macabeos, Odas y Salmos de Salomón, pero sin embargo, los dos primeros sí son reconocidos por la Iglesia ortodoxa.
Los antiguos Judíos veneraron a Sophía. El propio rey Salomón la incorporó a su templo bajo el nombre de Asera, diosa del saber; sin embargo después de las brutales “reformas” puritanas del rey de Jerusalén Josías, (600 a. C.) como se describe en la 1 ª y 2 ª de Reyes en la Biblia, eliminó según su limitada y fanática comprensión, todos los lugares de oración que no fuese el Templo de Salomón como asimismo íconos y altares que no fuesen los del Dios Padre, dejando también fuera la veneración de Sophía, que pasó a la clandestinidad. En ese entonces, cuidaban el culto a Sophía cuatrocientos profetas.
El Rey Josías, este primitivo fundamentalista, que asumió el reino a los ocho años de edad, en su celo por “limpiar” el culto y dejar tan solo lo que se expresaba textualmente en el ejemplar del Libro de la Ley, que nunca antes había leído y que cayó en sus manos por casualidad, mató a todos sus sacerdotes y sacerdotisas, destruyendo sus santuarios y lugares de culto. Pero los partidarios de Sophía mantuvieron activa la “corriente subterránea” de su doctrina durante siglos, persistiendo hasta nuestros días su veneración en numerosas congregaciones tanto en oriente como occidente.
En la tradición cristiana oriental su culto fue muy extendido y su presencia en los más antiguos Libros Sagrados, hizo que la práctica de la veneración de Sophía prosperara de manera muy significativa, por lo que se construyó en su homenaje la Catedral de Santa Sophía en Constantinopla. Efectivamente desde el año 360 al 1453 fue la catedral ortodoxa bizantina del rito oriental de Constantinopla, excepto entre 1204 y 1261 en que fue reconvertida en catedral católica, durante el “Patriarcado Latino” del Imperio latino fundado por los Cruzados. Cuando los otomanos conquistaron Constantinopla, el edificio fue convertido en mezquita hasta el 29 de mayo de 1453 hasta 1931. El primero de febrero de 1935 hasta hace poco fue utilizada como museo, y recientemente, otra vez en mezquita.
En el servicio litúrgico católico, se celebra a una Sofía junto con la Asunción de María. A su vez, la Iglesia Ortodoxa Rusa mantiene una escuela de “Sofiología” para explorar la Tealogía (se escribe con una “a”) de Sophía sin que esto contradiga la teología ortodoxa rusa. Sin embargo, los cristianos orientales no son los únicos cristianos que la veneran. Sophía era muy probablemente venerada por los primeros “Seguidores del Camino”, los cristianos primitivos y su culto ha sobrevivido en Occidente en forma de gnosticismo. Los Gnósticos, los primeros cristianos y los actuales, la ven como uno de los eones, uno de las cuasi-deidades que viven en el reino etéreo conocido como el Pleroma. Creen que ella dio a luz a un neón negativo, que más tarde llegó a ser un arconte, el Demiurgo, creador y gobernante de este mundo, el Jehová que conocemos.
Los Gnósticos ven el Demiurgo como el Dios del Antiguo Testamento, con sus estrictas reglas y las cadenas que atan a la gente de la Tierra y creen que Sophía y el Dios Padre (no el Demiurgo) envió al Mensajero Yeshua para corregir este mal. Yeshua en hebreo según los eruditos y grupos religiosos es el nombre hebreo o arameo de Jesús de Nazaret y es extensamente usado por el Mesianismo judío y los hebreo cristianos, entre ellos los hebreos católicos y protestantes, que desean usar este nombre considerando la pronunciación original en este idioma El Demiurgo, en la filosofía gnóstica, es la entidad que sin ser necesariamente creadora es impulsora del universo. También es considerado un dios creador del Mundo y autor del universo en la filosofía idealista de Platón y en la mística de los neoplatónicos. En griego significa creador. En la página http://www.crcsite.org/ViriginSophia.htm%20, hay comentarios sobre los Símbolos Secretos de los Rosacruces, los interesados pueden encontrar enlaces relativos al tema. Entre otros conceptos, estos grupos señalan, que de acuerdo a un libro considerado hoy apócrifo “La Sabiduría de Salomón”, uno de los que eliminó Jerónimo, se dice claramente que Sophía es el Espíritu Santo.
Ella ha sido venerada como la novia de Salomón por los judíos, como la Reina de la Sabiduría y la Guerra, como la diosa Atenea por los griegos, y como el Espíritu Santo de la Sabiduría de los cristianos antiguos. Es conocida como Chokmah en hebreo y Sapientia en América. Atenea fue una de las principales divinidades del panteón griego y una de los doce dioses olímpicos. Recibió culto en toda la Grecia Antigua y en toda su área de influencia, desde las colonias griegas de Asia Menor hasta las de la Península Ibérica y el norte de África. Por tanto Sophía o Bafomet representan la sabiduría. En la Biblia, Satanás no es una cabra o una cabeza con cuernos. Es un espíritu, y para los cristianos Satanás es el enemigo, el impostor. No es como Bafomet, que representa una figura rebelde, victoriosa y sabia.
Por lo tanto no es descabellado pensar que efectivamente los Templarios, que tenían sus propias reglas secretas de iniciación, utilizaron esta simbología utilizando la palabra Bafomet en su acepción de sabiduría. De ello se aprovechó el astuto Visir Nogaret, quien había sido profesor de derecho en Montpellier y juez en Beaucaire, para con sofismas y testigos falsos inventar la adoración de los Templarios por una criatura monstruosa, un ídolo pagano, una cabeza parlante que desde luego no podía sino ser creación de Satanás a quien llamaban Bafomet.
Desde el punto de vista de la Iglesia, esta diosa de la sabiduría, esta esposa del Dios Padre, que muchos identificaban con el Espíritu Santo, -el Tercer Dios de la Trilogía cristiana-, o como prefiere explicar la Iglesia Católica, “tres personas distintas pero un solo dios”, se convirtió para ellos en una grave problemática. Tanto porque su categoría era igual a la del Dios Padre y quizás superior a la de Jesús, como porque definitivamente su figura opacaba extremadamente la figura de María, ese culto planificado con tanta dedicación desde el siglo V por varios Concilios dedicados a resaltar su figura, para ganarse a las mujeres creyentes, a las que desde siempre el catolicismo despreció en su rol de madres, de esposa y de hijas, como existe sobrada constancia en la Biblia, reglamentos de la iglesia, libros y dichos de Santos y Apóstoles y en las bulas papales.
Por consiguiente, esta eliminación de los Templarios, que practicaban su culto, pese a que la Iglesia lo había convertido en clandestino y que incluso había beatificado como Santa a una Sofía, trastocando ladinamente este concepto bajo un sincretismo, considerándola un ser viviente para minimizar su importancia, santa que aparece en el Santoral Católico como “aquella que acumula saberes” y que celebra su onomástico el 30 de septiembre, se convertía así en un hecho muy favorable para los intereses de la Iglesia.
Finalmente, la masonería moderna igualmente incorporó e incorpora en sus rituales y enseñanzas, aunque cada vez menos, al Dios de la Luz en sus expresiones de Iblis, Baphomet, Lucifer. Recordemos que el general Albert Pike, en uno de los grandes y primeros tratados masónicos, “Morals and Dogma of the Ancient and Accepted Scottish Rite of Freemasonry”, escribía: “Lucifer, ¡El Portador de la Luz! ¡Extraño y misterioso nombre dado al Espíritu de las Tinieblas! ¡Lucifer, el Hijo de la mañana! ¿Él es quien lleva la Luz y con sus resplandores intolerables ciega a las Almas débiles, sensuales o egoístas? ¡No lo dudéis, porque las Tradiciones están llenas de revelaciones e Inspiraciones divinas, y la Inspiración no es de una Edad, ni de un credo; Platón y Filón también estaban inspirados!”
El propio Jacques de Molay el Gran Maestre de la Orden, fue quemado vivo el 19 de marzo de 1314, tras siete años de prisión y tortura, frente al gran monumento gótico Notre Dame. Allí se retractó públicamente de cuantas acusaciones se había visto obligado a admitir, proclamó la inocencia de la Orden e invitó a los culpables de todo aquello a unirse, en el plazo de un año, al juicio de Dios. ¡Clemente, y tú también Felipe, traidores a la palabra dada, Os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios…A ti Clemente, antes de cuarenta días, y a ti Felipe, dentro de este año!
Esta maldición se cumplió, el Papa Clemente V, falleció el 20 de abril de 1314 y Felipe IV, falleció el 29 de noviembre de 1314. Guillermo de Nogaret murió envenenado ese mismo año. Después de la extinción de la Orden, cayó sobre Europa una etapa verdaderamente catastrófica; el Continente se sumió en múltiples guerras (período conocido como la Guerra de los Cien Años)
Los Caballeros Templarios, Bafonet y otras historias, Escrito por Enrique Puentes